La resurrección ha sido una verdad racionada en la iglesia. El tema se sirve en ocasiones especiales como la pascua para remarcar dos aplicaciones: la veracidad histórica, y el triunfo sobre la muerte: el aguijón del pecado ICor. 15:55. Verdades gloriosas que alimentan ricamente la apologética y la soteriología y nutren al creyente de confianza.
Existe, no obstante, otra ramificación que exuda vitalidad y fuerza al creyente. Algo que a primeras, suena como de ciencia ficción pero es una realidad espiritual que nos ubica a tiro de piedra de la la era venidera y que es la clave para potenciar la vida espiritual de todo creyente.
La resurrección una muestra de de la vida futura
Pablo expone que el Cristo resucitado es primicia de la futura resurrección general. Las primicias llevan doble aplicación: la garantía de una entrega futura mayor, y la muestra de lo que se ha de entregar. Es en este último aspecto que quisiera concentrarme.
En el NT, destaca el concepto de primicias inseparablemente unidas a la era venidera, cargadas de escatología. Para comenzar, al convertirnos, el sello del Espíritu es descrito como las arras, prenda de garantía de la herencia venidera mayor. También Él es descrito como la primicia de la gloriosa experiencia futura que aguarda la glorificación de los hijos de Dios Romanos 8:23. La resurrección, es la vida del segundo Adán procreando una nueva humanidad por habitar en un nuevo cielo y una nueva tierra, muestras traídas de la tierra prometida, DESDE EL FUTURO.
Esta vida venidera fue derramada por Cristo después de su resurrección y ascensión desde Pentecostés a través del derramamiento histórico del Espíritu. A partir de entonces, todos los elegidos para salvación son enchufados en la vida de resurrección que es el soplo divino del nuevo nacimiento que nos convierte en “primicias de sus criaturas” Sant. 1:18.
Pablo explica que cuando estábamos muertos, Dios nos dio vida juntamente con Cristo. Pedro reitera que Él, nos hizo renacer para una esperanza viva por la resurrección de Jesucristo de los muertos. La regeneración está tan ligada a la vida de resurrección que Pablo en Colosenses nos describe como aquellos que hemos resucitado (ya) con Cristo.
Nuestro nuevo nacimiento, fue un suceso de ALTO VOLTAJE; fuimos conectados a la supereminente grandeza del poder de Dios desatado en la resurrección de Cristo.
Esta realidad no solo fue un chispazo inicial; una pasada de corriente sólo para arrancar con la nueva vida. Es una realidad cotidiana, A partir del nuevo nacimiento, nuestra vida espiritual subsiste en este mundo en unión a Cristo. El cordón umbilical del Espíritu nutre nuestra realidad cotidiana con vida del futuro. La resurrección es un verdadero combustible del futuro para motorizar todo esfuerzo de santidad.
¡Con estas realidades apoteósicas, sobrenaturales, extra-ordinarias!, ¿Cómo es que muchos cristianos caminan en vida mediocre, endeble, espiritualmente enfermiza, que no puede convencer al mundo de que Cristo vive porque lo notan muerto en la vida de quienes lo proclaman.
¿Encuentras tu este poder en tu vida? ¿Dicen los otros de ti: no puede explicarse su vida más que por una fuerza sobrenatural?. Si al mirarte en el espejo de la Palabra te notas fundido, no es porque no haya corriente, es que no has encontrado el interruptor.
El interruptor de la vida espiritual potente
¿Cuál es entonces el interruptor? Ah, he aquí el secreto.¿Estás listo?. Es tu muerte. La Biblia es contundente en que para vivir hay que primero morir. Pablo mismo se declaraba crucificado juntamente con Cristo, ya no vivía él, sino Cristo vivía Su vida en él. Era cuando Pablo moría a sus propios deseos, anhelos, decisiones, preferencias, impulsos y etcéteras de la carne, que la poderosa vida de resurrección de Cristo se desplegaba en él.
Por esto mismo Dios nos arroja a tribulaciones para que diariamente llevemos a cuestas la muerte de Cristo y se proyecte su vida de resurrección en nuestra carne mortal.
Cuando nuestro anhelo diario es “hacer lo que queremos”, vivir saboreando los “antojitos de la carne”, nuestra vida será un foco fundido, un gran tanque vacío sin gota alguna del combustible del futuro. Y todo, porque nos hemos saltado un paso, ambicionamos, predicamos y clamamos por poder, pero nos rehusamos a morir. Somos como Saúl, siempre con una reserva de gustos en su bolsillo, rehusándose a pasar a filo de espada todo lo que su pueda sublevar. Así, le perdonamos a la carne una reserva de pasiones y gustos que no terminan crucificados, y por ende, la vida de resurrección brilla intermitente en nuestra vida.
Hermanos, me predico esto a mi primero, porque harto ando de mi inconvincente testimonio. La realidad es que no se requiere ser hábiles apologistas para convencer al mundo de la realidad de la resurrección de Cristo. Todo lo que toma es que nuestras vidas sean verdaderas vitrinas de su vida.
La conclusión a todo esto es muy sencilla. Si quieres vivir, no te rehuses a morir a diario. Mucho mayor será la gloriosa experiencia de vida que la pena por la muerte a las cosas de este mundo, que a largo plazo, jamás podrán satisfacer.
Termino citando al gran teólogo Gerhardus Vos:
“Nacemos de nuevo y vivimos en el amanecer de la era venidera”
Vive el presente alumbrado de la vida del futuro. La resurrección de Cristo no es solo para después, comienza ahora.
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