¿Te has preguntado alguna vez si como en el fútbol existen cristianos de primera, y de segunda división?, ¿si entre los cristianos hay principiantes y avanzados?
La Biblia muestra que todos los creyentes han sido justificados por igual, pero que no todos maduran por igual. Jesús mismo habló de algunos que rinden al 100 por uno, mientras que otros solo dan el 30 por uno. En el libro de Hebreos se mencionan aquellos que después de tanto tiempo siguen estancados con los rudimentos cuando deberían ya ser maestros. Aquellos que en las iglesias tienen un desarrollo que solo se nota con lupa, que son como árboles Bonsai y crecen una pulgada cada diez años.
La falta de crecimiento no responde a una sola razón, pero es indudable que entre las más fundamentales está la diferencia en el uso que los creyentes le dan a la Biblia. Algunos usan la Biblia como una reliquia a situar en un rincón de la casa, como talismán sagrado que ampara a la familia con la buena suerte. Otros, usan la Biblia como un libro de referencia que solo sale de la repisa cuando hay emergencias. En cambio, para los cristianos que más avanzan, la Biblia es el manual de su vida, no solo la leen: la estudian, la escudriñan, la meditan; la Biblia es su mundo, y es el mundo que exploran.
Es importante desterrar de tu mente que el estudio de la Biblia es algo “solo apto para lectores eruditos o intelectuales”. El Apóstol Pedro, pescador por oficio, refuta esta noción en la conclusión de su segunda epístola en donde exhorta a todo creyente a crecer en el conocimiento del Señor Jesucristo. El crecimiento espiritual no se efectúa por arte de magia, se logra al crecer en el conocimiento de Jesús, que a su vez se logra al crecer en el conocimiento de la Biblia. Jesucristo es el Verbo de Dios encarnado y la Biblia el Verbo de Dios escrito; si he de conocer al Verbo encarnado, lo debo hacer mediante el estudio del Verbo escrito.
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