La iglesia apostólica ejemplar pero no ideal

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No faltan aquellos que incesantemente llaman a la iglesia al avivamiento. A un renacimiento que retorne las congregaciones a sus orígenes, y las revitalice con la vida y espiritualidad características de la iglesia apostólica.

Sin duda, la iglesia primitiva manifestó prodigiosas oberturas de la gracia de Dios. La interrupción a Pedro en Pentecostés por la multitud que, al no soportar su culpa preguntó cómo poder resolverla, y la consiguiente conversión, fue un despliegue de poder único.

Asimismo, la unidad que motivó a muchos a desprenderse de sus bienes y compartirlos con sus hermanos necesitados como si fueran una sola familia, pertenecen a la galería de los asombros del Espíritu Santo desplegados al inicio de la iglesia.

La iglesia debe añorar tal vitalidad, orar por su reproducción, tratar de  imitarla; más no idealizarla. Los portentos inaugurales de la iglesia fueron tan extraordinarios como irrepetibles. Sirven de establecimiento para nuevas etapas como el Éxodo, más que como el modus operandi cotidiano de Dios.

Desde la óptica cotidiana, la iglesia primitiva no estuvo caracterizada de tan apoteósicos sucesos. Las paginas del NT describen a una la iglesia con conflictos equivalentes a los nuestros. La más temprana de las epístolas -Santiago-, se dirige a parte de una congregación que vivió los prodigios iniciales pero tiempo después era difícil encontrar su pulso espiritual. Esta y otras de las iglesias apostólicas tuvieron prodigios de gracia pero también falta de gracia en otras temporadas.

He aquí un breve muestrario:

Problemas de parcialidad

Supe de una iglesia de la actualidad, que guardaba un registro de los mejores ofrendadores, a los que se les correspondía con los asientos más selectos del santuario. Un Concepto escandaloso, pero que sorprendentemente se dio también en la iglesia primitiva. Santiago describe el buen trato de la congregación para el hombre con vestido espléndido, y el mal trato para el andrajoso, a quien los ujieres le tenían reservado el suelo (Santiago 2:1-4).

 

Problemas de mundanalidad

Dos capítulos después se escucha el grito de Santiago en contra de una mundanalidad tanto intensa como extensa. Sus mismas oraciones estaban tan contagiadas del mundo que la congregación es denunciada de ¨almas adúlteras¨.

 

Problemas de frialdad

Sin duda la iglesia original mostró fogonazos de celo notables en la portada, pero también de frialdad en la contraportada.

Una de las mini-epístolas del Apocalipsis, culpa a la iglesia de Efeso de haber abandonado a su “primer amor”.  No fue por un descuido de atención de segunda. Fue inicialmente pastoreada por el mismo Pablo, por Timoteo y aun el Apóstol Juan -quien seguramente escribió con pesar esta reprimenda de su puño y letra-. Esta iglesia fue además recipiente de la epístola de Efesios y el enfoque de la primera epístola a Timoteo. Con todo, su amor ya mostraba la escarcha de la frialdad espiritual.

 

Problemas de conflictos culturales

El evangelio es la panacea de las incompatibilidades más extremas, pues en Cristo no hay judío ni griego, varón o hembra. La gracia de Dios convierte en hermanos a acérrimos rivales (sin duda el caso de Mateo publicano con Simón el Zelote).

Con todo, la gracia que bautiza lo heterogéneo a un solo cuerpo homogéneo, no logró evitar la fragmentación. Aún a los altos niveles del liderazgo original. En Gálatas, Pablo hace pública su oposición contra Pedro, por retraerse de sus hermanos gentiles bajo la presión del racismo de sus hermanos judíos -quienes mismos no habían superado sus prejuicios. Si esta hierba mala creció en un corazón apostólico, sin duda se dió más en el corazón de las congregaciones.

 

Problemas de escándalo

Es impensable, que la iglesia, llamada a ser columna y valuarte de la verdad albergue circunstancias que sonrojen aún a la conciencia endurecida de los inconversos. En Corinto se vivió esto mismo. En la iglesia fundada y pastoreada por el gran apóstol Pablo, enriquecida en toda forma por Dios (I Corintios 1:6), surge un brote de pecado con un índice de malignidad fenómeno: uno sus miembros se acuesta con su madrastra (1 Corintios 5.1).

De mayor pena fue la reacción, o falta de reacción de la iglesia. De hecho, Pablo gasta más tinta en la reprensión a la iglesia que en contra del culpable. La conciencia de la congregación, entumecida por su ánimo de festejo, que no permitía que nada, ni aun ese monstruo de pecado hiciera de aguafiestas. Comenta Juan Calvino:

“Estaban tan orgullosos como si vivieran en alguna época de oro, cuando la realidad era que estaban rodeados por muchas cosas vergonzosas e indecorosas”.
Kistemaker, S. J. (1998). Comentario al Nuevo Testamento: 1 Corintios (pp. 182–183). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Con todo, Cristo usó la iglesia primitiva para transformar el mundo antiguo y sembrar una comunidad que aún en los tiempos más oscuros de la historia no corrió peligro de extinción. La puertas del Hades han detenido a muchas iglesia locales, pero la iglesia universal continúa en expansión.

Frente a estas realidades, la lección es, que todo renacimiento eclesiástico empieza con dos premisas: 1) la iglesia apostólica aunque ejemplar, no fue ideal. 2) toda reforma debe seguir el ejemplo de cómo la iglesia apostólica atajó sus deficiencias espirituales.

Asimismo nuestra invocación del Espíritu de Dios no debe ser solo para repartos extraordinarios sino mayormente para la gracia cotidiana. Pues el mismo Espíritu que confiere derramamientos prodigiosos, más a menudo nos inviste de gracia para combatir, con sangre sudor y lágrimas las insidiosa plaga del pecado en la iglesia.

Nuestra mayor añoranza, entonces, no es el pasado, sino el futuro. Miramos hacia atrás para instruirnos e inspirarnos, pero aún con más anhelo, hacia aquel día cuando la iglesia reciba su baño final de gloria que disuelva permanentemente toda índole e indicio de pecado.